Tuve el honor de asistir, junto a una importante delegación de Chile, al 26° Congreso Mundial de la Energía. Este encuentro internacional se realiza desde hace más de 100 años y reúne a los líderes del sistema energético global en torno a los desafíos que tenemos como humanidad, frente a nuestras complejas y múltiples necesidades energéticas.

En estos cuatro días en la ciudad de Rotterdam, puerto que se prepara para el futuro y para acoger las demandas energéticas y conectarlas con la oferta, me encontré con un mar de contenido, conexiones y reflexiones profundas sobre los temas que nos convocaron.

En el último siglo, nuestra humanidad ha permanecido a prueba con guerras mundiales, pestes, crisis económicas, sistemas productivos cambiantes y, sobre todo, diferencias radicales en los estándares de vida de las distintas poblaciones.

Hoy en día, estos desafíos se suman a un estado de transformación constante. La incertidumbre y las dificultades de entendimiento entre unos y otros se plasman desde las relaciones más sencillas y diarias hasta las más complicadas.

El exceso de información, la fragmentación, los múltiples conflictos geopolíticos, en conjunto con la falta de espíritu y acciones trascendentes, provocan que vivamos algo así como la “Torre de Babel”.

Y en medio de todo esto, aparece el concepto de “Colaboración”.

¿Pero cómo puedo colaborar de manera desinteresada y con esos otros a quienes considero distintos a mí, en quienes probablemente no confío ni pretendo acordar nada?

En el Congreso Mundial de la Energía, podías encontrarte con expertos, líderes, jóvenes, no tan jóvenes, personas del mundo de la investigación y tecnologías, autoridades, monarcas y todo esto en un mismo lugar.

¿Cómo es posible que individuos de diferentes culturas, ideas, experiencias de vida, necesidades dispares y realidades tan opuestas pudieran llegar a puntos en común?

Eso es precisamente lo que se logra cuando nos reunimos a conversar de manera libre y abierta, exponiendo nuestras realidades, proponiendo soluciones, alternativas, cambios y fórmulas para transitar en este proceso de rediseño del sistema energético mundial.

Luego de cuatro días de intensos debates, conversaciones y mesas de trabajo, concluimos entre todos que no existe una única transición energética, sino que existen múltiples procesos que avanzan en paralelo.

Cuando en Europa y parte de América, planteamos la necesidad de transitar hacia las energías renovables, sin dejar a nadie afuera, y considerando la emergencia climática, en una vasta extensión de África la transición energética aún se trata de un tema de vida o muerte. Es decir, la dura realidad revela que en muchas naciones de ese continente no existen sistemas de energía estables y las personas sufren debido al escaso acceso a la energía necesaria para calentar hogares, habilitar hospitales, escuelas y otras instalaciones que, en los países más desarrollados, dejaron hace tiempo de ser una preocupación.

Entonces, cuando encontramos un propósito compartido y comprendido, avanzamos cada uno desde su espacio y realidad, pero empatizando con quienes están en desventaja y transmitiéndoles la experiencia que nos ha ayudado a sobreponernos a la adversidad y la falta de recursos.

La colaboración aparece como un elemento vital que se da en humanos donde las sanas relaciones y la esperanza de construir un mejor lugar para todos, se imponen mucho más rápido que las diferencias y los prejuicios.

Este congreso significó un “momentum” de cambio para un grupo de personas que creemos que siempre será mejor avanzar con otros y para otros. En suma, fue una experiencia extraordinaria de humildad, aprendizaje y vida.

Columna publicada originalmente en Reporte Sostenible