Ha sido otro año desafiante en materia de energía y en particular para el sistema energético de nuestro país. Los fundamentos de la energía -incluyendo la seguridad, acceso y asequibilidad de la energía- son, una vez más, las principales áreas de preocupación pública en todo el mundo y en Chile no estamos exentos.
Mientras las nuevas oleadas de la pandemia del COVID-19 continuaron su acción, en las diferentes latitudes del planeta surgieron nuevas crisis energéticas. En China, Brasil, Reino Unido, la UE, Nueva Zelanda y otros países aparecieron problemas y alarmas determinadas por una combinación de condiciones meteorológicas extremas, aumentos de la demanda, aumentos de precios y escasez de mano de obra.
No hay tiempo que perder ni razones para ser complacientes. El mundo nos exige una acción más colaborativa e innovadora. Este es un buen momento para que nuestros valores comunitarios, nuestra voz y nuestras contribuciones de valor agregado sean más visibles y tengan mayor impacto en las personas.
Este año que viene, el World Energy Council cumple 100 años y algunas de las lecciones de este primer siglo son que el mundo de la energía está cambiando de forma más rápida y profunda. Aprendimos que la energía no es un hecho o un insumo aislado sino que es parte de todo un sistema donde detrás de cada interruptor, botón o bomba de combustible hay muchas conexiones y cientos de miles de personas que trabajan y han trabajado para que este sistema opere de manera correcta.
Por otra parte, entendimos que la transición energética es un proceso permanente y continuo, no es un destino ni puede realizarse de una sola vez. En este contexto, el pensamiento único no resulta útil ya que la diversidad de los sistemas energéticos a lo largo del mundo está aumentando en el sentido más amplio: nuevos recursos, tecnologías, usos, personas y habilidades. No existe una receta única para todos los territorios.
Una de las claves para encontrar respuestas está en actuar de manera local y pensar de forma global. De esta manera, podemos mirar nuestros desafíos particulares, observando y complementando nuestras acciones con la sabiduría de las mayorías desplegadas a lo largo de todos los países con diversas experiencias e historia.
A medida que la relación entre la sociedad y la energía evoluciona, cambian las relaciones entre las personas. En el pasado tuvimos un sistema que propició el progreso de las naciones y fue un elemento vital para este objetivo. Ahora y en el futuro, el gran hito en materia de energía no será una tecnología única y global, sino miles de pequeños pasos dados por personas y comunidades en todos los niveles de la sociedad que avanzan juntos.
En los últimos dos años, nos hemos embarcado como organización en una renovación decidida de nuestros intereses comunes, alineándonos bajo una nueva visión compartida de humanizar la energía en una nueva era de energía para las personas y el planeta.
Sigamos construyendo juntos nuestro sistema energético más sustentable y sostenible, ese que está en el corazón de nuestras vidas impactando cada día la mejor vida de las personas.
*La columna también fue publicada en Revista Electricidad